...mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin...

Querría bañarme en extrañeza:
estas comodidades amontonadas encima de mí,
me asfixian!
¡Me quemo, ardo en deseos de algo nuevo,
amigos nuevos, caras nuevas y lugares!
Oh, estar lejos de todo esto,
esto que es todo lo que quise...salvo lo nuevo.
¡Y tú,amor, la que mucho, la que más he deseado!
¿Acaso no me repugnan todas las paredes,
las calles, las piedras,
todo el barro, la bruma, toda la niebla,
todas las clases de tráfico?
A ti, yo te querría
fluyendo encima de mí como el agua,
¡oh, pero fuera de aquí!
Hierba y praderas y colinas y sol
¡oh, suficiente sol!
¡Lejos y a solas, en medio de gente extraña!

¿Era su muerte?

Esos espacios blancos,
esas grietas donde brillaban
astros pequeñísimos.

Templa el filo que cortará la oscuridad
para abrir el camino de adentro.

La mirada de tigre
avivándose.

Vagarán por el cielo como dos brasas,
como dos espejos de metal.
Reflejarán tus pensamientos.

Y pintadas sobre sus pies
las garras.

Los ojos lo ahogan en su ebriedad.
El aire inmóvil,
donde anida la niebla
—abrazo blanco de la muerte.

Esferas se extinguen en el amanecer.

–Ya que usted quiere, se lo leeré. ¿Oyó usted?
–No, aún no he oido nada. ¿Ha dicho algo?
–Nada que valga la pena oirse.
–Tal vez por eso no oí nada.
–Por eso no he dicho nada.

Te adoro como adoro la bóveda nocturna,
!oh vaso de tristeza, oh grande taciturna!
Y tanto mas te amo, cuanto más me reproches,
porque tu sola eres el lujo de mis noches.
Se pudiera añadir aun, irónicamente,
más que hay de mi a los cielos, aunque es irreverente.
Al ataque me lanzo con furores insanos
como sobre un cadáver un coro de gusanos,
y –!oh mi cruel enemiga, oh mi bestia implacable!–
hasta esa frialdad te hace mas adorable.

Erostrato quería realmente entrar dentro de mí, por el estrechísimo paso de mi vagina, entrar todo entero en mi vientre, acomodarse allá dentro en la posición del feto y permanecer allí para siempre. O sea, quería huir del mundo al que había sido proyectado y en el que había sido abandonado precisamente por persona que habría debido, por el contrario, protegerlo y conservarlo en el consuelo de su propio seno.Esta voluntad de regresión, de manera contradictoria, era a la vez desesperada y llena de esperanza. Sabía muy bien que era imposible regresar a la nada prenatal; pero sentía con precisión que, aun siendo consciente de esta imposibilidad, alentaba la loca esperanza de que pronto se produjera el milagro: de repente, mi sexo se abriría lo suficiente como para permitirle introducirse en mi vientre, y él procedería hacia atrás, marchando, mediante sucesivas transformaciones, hacia la oscuridad y la nada, haciendo el mismo camino que había recorrido para venir a la luz.

Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía —sábelo, allí donde estés— es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.
No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hace de tu rostro una máscara de joven faraón rubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosa geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido, de embajadas con cesto de frutas o agazapados flecheros, y cada poza, cada río, cada colina y cada llano los ganamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.

Limpia del afán de los que ruegan, apenas me adormece tu rodilla, la apetencia de luz que dan tus ojos, tu cuello aprendiz del mármol y la uva, el álgebra de sombras negras de tu pelo. Tibia simetría de curvaturas pensadas por el dios de la materia.

Las olas ya no mojan,
la ira de las rocas.
Amárrame otra vez.
Un beso a mi madre
y déjame caer.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?

Ninguno podrá jamás decir de ti
Tuve su mano franca junto a la mía estrechando el deseo
haciendo de una fuerza común un compartido sueño
Si alguien te vio no supo nunca el color de tus ojos
La vena matriz de tu corazón
Apenas diste un paso para retroceder
Y un gesto que acusaba bondad se congeló en tu boca
Y de tu lengua sólo saltó un desflorado ramo de pétalos insomnes
Que dejaba al oído siempre un olor
Pero nunca una palabra clara.


Fotoart

Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán; dar tiempo al tiempo…
que de amor y dolor alivia el tiempo.
Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo
tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo
—ignoraba yo aún que el tiempo es oro—
cuánto tiempo perdí —¡ay!— cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo…

Un hombre enamorado jamás será vencido por las fuerzas del mal.