Hay que enterrarlo vivo
Para callar a los muertos
Para detrás del horizonte
Amamantar con golpes al verbo
Con cruces de púas
Con guerras de espinos
Que taladran los cielos
Para que pases, para qué viento
¿Hay que matar para morir?
¿Hay que morir de tiempo?
No creo
No pienso
No siento
Con los nudillos atados
Con los talones quebrados
Con los maxilares hundidos dentro de tanta mar
Dentro de tanto astro
Dentro de tanto olvido
Olvido
Jamás odiar un verso alterno
Jamás besar un rostro ajeno
Jamás cortar un halo, un fuego, un entierro
Hermes aquí
Dónde va a comenzar la historia
Si viene de sangre
Si viene de agua
que gotea e inunda
Ahoga y traga
Agora traga
Palabra traidora
Traidoras palabras
Que llenan y llenan
El vaso de carne
El vaso del hambre
Vivo en ningún verso
Rodeado de aire y aire
Sin suspiro
Sin alma
Sin luz

Un hombre nunca puede ser amigo de una mujer guapa.

Dios mío que no haya tanta belleza.

Nos sentamos los tres a la mesa, cenamos y cuando tomábamos el café, sonó el teléfono. El marido fue a contestar y mientras tanto, ella empezó a recoger los platos, y mientras tanto, también, yo le tomé a ella la mano y se la besé en la palma, logrando, con este acto tan sencillo, un efecto mucho mayor del que había previsto: ella salió del comedor tambaleándose, con un altero de platos sucios. Entonces regresó el marido poniéndose el sacro y me explicó que el telefonazo era de la terminal de camiones, para decirle que acababan de recibir un revólver Smith & Wesson calibre 38 que le mandaba su hermano de México, con no recuerdo qué objeto; el caso es que tenía que ir a recoger el revólver en ese momento; yo estaba en mi casa: allí estaba el ron Batey, allí, el tocadiscos, allí, su mujer. Él regresaría en un cuarto de hora. Exeunt severaly: él vase a la calle; yo, voyme a la cocina y mientras él encendía el motor de su automóvil, yo perseguía a su mujer. Cuando la arrinconé, me dijo: “Espérate” y me llevó a la sala. Sirvió dos vasos de ron, les puso un trozo de hielo a cada uno, fue al tocadiscos, lo encendió, tomó el disco llamado Le Sacre du Sauvage, lo puso y mientras empezaba la música brindarnos: habían pasado cuatro minutos. Luego, empezó a bailar, ella sola. “Es para ti”, me dijo. Yo la miraba. mientras calculaba en qué parte del trayecto estaría el marido, llevando su mortífera Smith & Wesson calibre 38. Y ella bailó y bailó. Bailó las obras completas de Chet Baker, porque pasaron tres cuartos de hora sin que el marido regresara, ni ella se cansara, ni yo me atreviera a hacer nada. A los tres cuartos de hora decidí que el marido, con o sin Smith & Wesson, no me asustaba nada. Me levanté de mi asiento, me acerqué a ella que seguía bailando como poseída y, con una fuerza completamente desacostumbrada en mí, la levanté en vilo y la arrojé sobre el couch. Eso le encantó. Me lancé sobre ella como un tigre y mientras nos besarnos apasionadamente, busqué el cierre de sus pantalones verdes y cuando lo encontré, tiré de él... y ¡mierda!, ¡que no se abre! Y no se abrió nunca. Estuvimos forcejando, primero yo, después ella y por fin los dos, y antes regresó el marido que nosotros pudiéramos abrir el cierre. Estábamos jadeantes y sudorosos, pero vestidos y no tuvimos que dar ninguna explicación.
Hubiera podido, quizá, regresar al día siguiente a terminar lo empezado, o al siguiente del siguiente o cualquiera de los mil y tantos que han pasado desde entonces. Pero, por una razón u otra nunca lo hice. No he vuelto a verla. Ahora, sólo me queda la foto que tengo en el cajón de mi escritorio, y el pensamiento de que las mujeres que no he tenido (como ocurre a todos los grandes seductores de la historia), son más numerosas que las arenas del mar.

Dejé a mis padres apestando a soledad
cuando más necesitaban una luz ajena
para reconocer las variaciones de los días.
Dejé a la mujer que me entregó,
en bandeja de eternidad, su estrella palpitante;
abandoné a mis hijos
antes de que fueran engendrados.
Dejé la redención, al dios y al diablo
(se quedaron, los pobres,
mendigando un poco de confianza,
cayendo juntos al vacío);
y me dejé también a mí
(no tuve compasión
ni de mi sangre fracturándose en mi cuerpo
ni de mis lágrimas filtrándose en la nada)
cuando, sin que ella hubiera dicho: “sígueme”,
fui tras de sus ojos,
admirando la perfección de su indiferencia.

Aquí, con ganas de besar tu siempre, beso
tu triángulo lunar, tu ángulo obsceno,
tu seno izquierdo, tu derecho seno,
tu anca mular, tu tubo obeso
lleno de caca, lleno de veneno
como un sócrates triste, como un plato
sin aristóteles, con esa larga eso
que te ráscate y pulga el duodeno.
Yo no sé‚ si me voy, te vengas o me vengo,
si me tienes, detengas o te tengo
clavada con el dedo, sobre el algo
que debajo me picas y retengo,
que más fuera, si fuera lo que fuera,
si me besaras tú como te beso.
Voy a mi ayer, tu siempre fue, mi nada,
mi peso galopante de hombre en peso,
tu zapato cansado, mi sin caja,
tu estar descerrajando mi silencio,
mi estar casado en traje de mortaja.
Regreso a lo que fui, a lo que fuera,
a lo que afuera me palpita adentro,
a lo tuyo, a mi noche, a tu regreso,
a tu inmortal mortífero congreso.
Lleno de sangre y de balazos, fuera
lagarto en tu lagar, beso en tu beso,
verso enterrado vivo, cartuchera
sin balas, hombre muerto
temblando a solas en tu tolvanera;
pero llévanme el aire y la tristeza,
y el otro que quitome lo que diera,
y tú, mi amor, que no me diste nada.
¡Y tú, mi amor, que no me diste nada!

–He hablado con mamá por teléfono. Ha llorado de felicidad. Desea que lleves su traje de novia con encajes blancos.
–Osgood, no puedo casarme con el traje de tu madre; ella y yo no tenemos el mismo cuerpo.
–Haremos que lo arreglen.
–¡No lo harás!. Mira, Oswood debo decirte la verdad. No podemos casarnos.
–¿Por qué no?.
–Bueno, en realidad no soy rubia.
–No importa.
–Y además fumo. Fumo como un carretero.
–A mí no me molesta.
–Y tengo un pasado muy agitado. Desde hace tres años vivo con un saxofonista.
–Te perdono.
–Y nunca podré tener hijos.
–Los adoptaremos.
–¿Pero es que no me comprendes?: ¡soy un hombre!.
–Nadie es perfecto.

–He visto cosas que ustedes no creerán. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Somos los dos únicos seres en el mundo que podemos amarnos sin necesidad de hacer lo que significa aquella palabra.

Kirill Xanenkov

Porque la salud del espíritu tiene su raíz en los testículos.

Las mujeres rubias me dan miedo porque sería capaz de abandonarlo todo por ellas, me arrojaría a sus pies, quedaría a su merced y si me rechazaran me iría para siempre de este mundo.

No morirás del todo, muerto de amor.

La belleza es una ruptura de la cronología y una rebelión contra el tiempo.

by John Tisbury

En el matrimonio existen tres personas, está la mujer, está el hombre y está lo que llamo tercera persona, la más importante, la persona que está constituida por el hombre y la mujer juntos.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Hay veces que el amor se calla cuando hablamos,
alguna fuerza más nos hace falta entonces.
Quédate un poco debajo de tus propias palabras.
Que tu ignorado pie siga pisando el suelo.
Que en el suelo lo encuentre mi ignorancia dormida.
Nunca digas que fue verdad del todo un día,
que no hubieses podido pasar en nuestro lecho

Ella me mató con un revólver, pero lo pudo haber hecho con una rosa.

Si yo sólo pasaba... pasaba por aquí

Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido.
¡Anda, putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!

En alguna parte de su sonrisa ella sabe
que no necesito otra amante.
Algo en su estilo me dice
que no quiero dejarla,
eso creo y de qué manera

Yo todo lo que tengo lo doy por las damas,
y nunca me entretengo a ver si me aman


–“El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad. Porque es el autentico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos.
¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé, cuando caiga mi venganza sobre ti!”.
Llevo años diciendo esta mierda, y cuando alguien lo oía es que iba a morir. No había pensado mucho en lo que significaba, simplemente creía que era un rollo que le soltaba a algún hijo de puta antes de pegarle un tiro, pero esta mañana vi algo que me ha hecho pensarlo dos veces.
Ahora se me ocurre que tal vez significa que tú eres el hombre malo, y yo soy el hombre recto, y que el señor 9 mm es el pastor que protege mi recto culo en el valle de la oscuridad.
O será tal vez que tú eres el hombre recto, y yo soy el pastor, y que este mundo es injusto y egoísta.
Me gustaría eso, pero ese rollo no es la verdad.
La verdad es que tú eres el débil y yo soy la tiranía de los hombres malos. Pero me esfuerzo, Ringo, me esfuerzo con toda intensidad por ser el pastor.

Ellos profieren el lenguaje del amor...
Rechina los trece dientes con que tus flacas mandíbulas sonríen.
Increpa tu deseo y cobardía, desnuda codicia de la carne.
En ti el aliento del amor es rancio, dicho o cantado, tan ácido como el aliento del gato, áspera lengua.

Este gris que mira fijamente no miente, dura piel y hueso.
Dejan los labios grasientos sus besos.
Ninguna la escogerá, lo que tú ves sobre su boca.
Hambre terrible sostiene su hora.
¡Ánimo y adelante, tu corazón, sangre salada, fruto de lágrimas!
¡Ánimo y devora!

–Quizá yo sea la única persona sobre la faz de la tierra, que sabe que tú eres la mujer más maravillosa del mundo. Quizá sea yo el único que aprecie lo increíble que eres, en cada cosa que haces, y en como eres con las demás personas y en cada pensamiento que tienes, hablas sin rodeos y casi siempre dices algo que tiene que ver con ser sincero y bueno. La mayoría de la gente no ve eso en ti, pienso en como te pueden ver llevarles la comida y quitar los platos, sin ver que conocieron la mejor que existe. El hecho que yo lo vea me hace sentir muy bien acerca de mí.

Así que, así que crees que puedes distinguir el paraíso del infierno, cielos azules del dolor
¿Puedes distinguir un campo verde de un frío raíl de acero?
Una sonrisa de un cumplido,
¿Crees que puedes distinguir?

Y ¿Consiguieron transformar tus héroes por fantasmas?
¿Cenizas calientes por árboles?
¿Aire caliente por brisa refrescante? ¿frío consuelo por un cambio?
¿Y canjeaste participar en parte de la guerra por un papel principal en una jaula?

Como desearía, Como desearía que estuvieses aquí.
Somos solo dos almas perdidas, nadando en una pecera, año tras año, corriendo sobre el mismo viejo suelo.
¿Qué hemos encontrado? Los mismos viejos miedos
Ojalá estuvieras aquí.

No para durar. Ha sido hecha
esta palabra.

No fuimos hechos. No para durar.
Como la línea, la palabra
—tómala de la mano—
se irá muriendo.

He escrito en el cuerpo del mundo,
en su piel sencilla, unas palabras
simples.

Un lenguaje derramado,
un tropel de piezas rotas,
flor del instante,
se desvanecen.

Para herir a su amante la mujer no encuentra mejor arma que traicionarlo con otro. El hombre no necesita traicionar a la mujer para herirla, le basta con ser hombre, esa es su agresión: ella lo siente como una fuerza contraria, siente que la rebasa sin esfuerzo. El mundo es masculino y ella es una intrusa, un rasgo más de ese mundo.
Para ser deseada por un hombre a ella le basta con ser la mujer que éste desea. De nada le sirve ir a la Luna o conquistar Roma si no tiene el trasero que ese hombre sueña. Es inútil que cruce nadando el océano si ese hombre piensa que sus tetas y culo son un desastre.
Las hazañas de un hombre pueden ganar el amor de una mujer aunque éste sea un guiñapo. También puedes seducirla haciéndola sentir alguien. Ella necesita ser aceptada, entrar al mundo y si encima eres capaz de fijarle el esqueleto, andará detrás tuyo como un perrito faldero.

Realicé varias incursiones prácticas por los barrios bajos para prepararme ante el futuro. No me gustó lo que vi. Entre sus hombres y mujeres no había ninguna osadía o brillantez especial. Deseaban lo que todo el mundo deseaba. Existían también ciertos obvios casos mentales a los que permitían deambular sin perturbarlos. Yo había observado que tanto en el extremo muy rico o muy pobre de la sociedad, a menudo se permitía que los locos se mezclaran libremente con los demás. También sabía que yo no era completamente sano. Todavía sabía, como cuando era niño, que albergaba algo extraño en mi interior. Me sentía como destinado a ser un asesino, un asaltante de bancos, un santo, un violador, un monje, un ermitaño. Necesitaba algún sitio aislado para esconderme. Los barrios bajos eran desagradables. La vida del hombre normal y sano era tediosa, peor que la muerte. Parecía no haber alternativa posible. Y la educación también era una trampa. La poca educación a la que me había permitido acceder me había hecho más suspicaz. ¿Qué es lo que eran los doctores, abogados y científicos? Tan sólo eran hombres que habían permitido que los privaran de su libertad de pensar y actuar como individuos. Volví a mi cobertizo y bebí...

–Hola Neo.
–¿Quién es usted?
–Yo soy El Arquitecto. Soy el creador de Matrix. Te estaba esperando. Tienes muchas preguntas, y aunque el proceso ha alterado tu conciencia sigues siendo indefectiblemente humano, ergo habrá respuestas que comprendas y habrá otras que no. De igual modo aunque tu primera pregunta tal vez sea la más pertinente es posible que seas consciente de que también es la más irrelevante.


No es nada de tu cuerpo
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca –tu boca
que es igual que tu sexo–,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada –¿qué es una mirada?–
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un grano, ni un momento.

Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.

Vas a sentir que lloras
sin poder siquiera
derramar tu llanto.

Y has de querer mirarte
en mis ojos tristes
que quisiste tanto
que quisiste tanto
que quisiste tanto.

–Esto pesa mucho, ¿de qué está hecho?
–De la misma materia de la que están hechos los sueños.

No me vengan con cuentos. Que la vida
es algo espiritual y, por lo tanto,
superiores los bienes del espíritu.

Que el ser útil, cuidar a los enfermos,
el teatro, la pintura, libros, música,
los deportes, el cine, el gran dinero...
al ánimo lo colman las delicias.

No me expliquen historias infantiles.

El deleite supremo es el orgasmo.
Lo demás son tan sólo leves signos,
pobres insinuaciones del placer
que uno obtiene acostándose con chicas
y eyaculando en ellas como un dios.
Para otros esos gustos secundarios.
Para mí el goce intenso: la mujer.

El acto del amor es lo más parecido
a un asesinato.
En la cama, en su terror gozoso, se trata de borrar
el alma del que está,
hombre o mujer,
debajo.
Por eso no miramos.
Eyacular es ensuciar el cuerpo
y penetrar es humillar con la
verga la
erección de otro yo.
Borrar o ser borrados, tando da, pero
en un instante, irse
dejarlo
una vez más
entre sus labios.

Una noche tus muslos se abrirán como un libro para mí.
Y como un libro te leeré ,
como poema con olor a deseo,
deleitando pausado las sílabas de luz
que guardas al vestirte.

Y una noche también conoceré la música que llevas,
el pentagrama de tu cuerpo
cuando te acerques vestida solamente del color de tu piel
y el deseo encienda un aire de orquesta entre tus pechos.

Y haremos el amor como boca y palabra,
como el violín y el arco iluminados por el genio,
como la ola y la arena
hasta dejar un cúmulo de espuma
caer en nuestros nombres.

Sí, una noches tus muslos o tu libro o tu música
se abrirán para mí.
Embestirás frenética mi destello unicorne,
sembrarás el silencio con gemidos dorados
y yo descansaré por fin sobre tu sueño
y arrojaré largas noches
al cesto de basura.

..voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas...