Te adoro como adoro la bóveda nocturna,
!oh vaso de tristeza, oh grande taciturna!
Y tanto mas te amo, cuanto más me reproches,
porque tu sola eres el lujo de mis noches.
Se pudiera añadir aun, irónicamente,
más que hay de mi a los cielos, aunque es irreverente.
Al ataque me lanzo con furores insanos
como sobre un cadáver un coro de gusanos,
y –!oh mi cruel enemiga, oh mi bestia implacable!–
hasta esa frialdad te hace mas adorable.